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Vivencias compartidas

En nuestra sección de Vivencias, os dejamos un testimonio real, una de esas experiencias que nos ayudan a reflexionar:

"Parece mentira, hoy toda mi familia bromea con el asunto, nos sé cómo los médicos no me abofetearon cuando iba en la camilla camino del quirófano pidiendo a gritos mi teléfono porque tenía que hacer llamadas importantes… ¡Es tan ridículo!

Había sufrido un infarto, llevaba tiempo ignorando las señales de mi cuerpo y seguí ignorándolas hasta que desperté y comprobé que efectivamente una parte de mi corazón había muerto y ahora dependo de una maquinita que me acompaña.

Estres

A veces pienso lo torpes que somos los seres humanos: torpes, desconfiados y ahora me doy cuenta de que también poco profesionales, y lo digo porque en mi ausencia, no había pasado nada grave, todo funcionaba perfectamente y la vida transcurría con absoluta calma y serenidad. Y cuando me incorporé a mi puesto, todos se sorprendieron de la rapidez en mi recuperación y corrían a informarme y se mostraban agitados dándome explicaciones y por unos segundos pensé: '¿Qué es lo peor que ha pasado?'

  • Que casi la palmo
  • Que dependo de una máquina
  • Que durante demasiado tiempo me he perdido muchas cosas
  • Que no solo corría yo, hacía correr a otros
  • Que trabajaba bien porque conseguía mis objetivos, pero pagando un precio demasiado alto

Hablé con mis compañeros, les di las gracias por el esfuerzo, les conté mis sentimientos y les pedí ayuda.

Ahora trabajamos mejor, de vez en cuando necesito un toque, está claro que no se cambia de la noche a la mañana, estoy aprendiendo a hacer las cosas con más calma, lo que no quiere decir lentamente, ni fuera de plazo. He sustituido el dar órdenes, supervisar y hacer y rehacer, por consensuar, dialogar, confiar y delegar. Intento saborear cada momento, disfruto de hablar con mi equipo mirándoles a los ojos, uso menos el teléfono y no me siento culpable por apagarlo en una reunión.

Todavía tengo que cambiar muchas cosas dentro de mí, antes tenía un corazón completo que no usaba y ahora la parte que me queda está funcionado mejor que nunca. No quiero pensar en lo que me he perdido, prefiero aprovechar lo que tengo y doy gracias de poder hacerlo.

En mi último cumpleaños me han regalado una caricatura en la que se me ve en la camilla dando gritos e instrucciones mientras me introducen en el quirófano, la he colgado en el despacho, además de sacarme una sonrisa, me recuerda lo obvio…".

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